Artístico - Número 1

Me encuentro

Me encuentro1

Camilo Alejandro Báez Aponte2

Mientras el bus avanza por la carretera, la contaminación se disuelve, se fragmenta, se evapora. El aire recorre limpio y libre las montañas verdes que avizoran días de esperanza natural. El ruido diablesco y tortuoso de la ciudad se queda atrás y poco a poco la fauna y la flora toman el lugar que aún no se les arrebató. 

Somos afortunados. Unos privilegiados. Las comodidades de la rutina, que aburren, nos atan y amarran con la determinación de no dejar vivir con franca serenidad. Nos cuesta desprender el metal plástico, pegachento y sudoroso en nuestras manos. Los ojos hinchados de ver por no mirar. 

Avanzando después de Doradal fue inevitable no mirar la pequeña metrópolis que procesa y aniquila la montaña. Torres, domos, plantas eléctricas, puentes, máquinas, volquetas, mulas. Excesos industriales. ¿La reserva sufre una amenaza? 

En la reserva cada cual vivió su experiencia. Algunos experimentaron aburrimiento, otros asco, otros vergüenza, otros buscaban sin fruto un sentido a la salida pedagógica. Vivieron desesperanzados, hartos, fastidiados. Vivieron sin sentido. 

Mi patrulla Gaia, de la cual fui parte, aprovechó cada espacio. El trabajo en equipo, la colaboración (entre nosotros y con otros), la destreza, el orden, la responsabilidad y la entrega por reconocernos como una familia más. Esta experiencia nos permitió conocernos dentro de lo que se enmarca como positivo o negativo. La convivencia no nos determinó, fue el respeto, la solidaridad y la compañía que cada uno agregó. Disfrutamos del silencio natural de la vida entre ramas, pájaros e insectos. Las risas los dos últimos días atizaron el calor afectivo que las brasas del leño no lograron penetrar y el escaso sol quemaba, secaba o empapaba de sudor, no calentaba las entrañas. 

La patrulla hizo honor a su nombre: Gaia. Diosa de la tierra. Fuimos tierra entre rocas, sembramos en zonas infértiles una amistad que se roció con emociones. La universidad me ha enseñado a agradecer: lo bueno y lo malo. Por eso agradezco cada instante, cada persona, cada ser natural. El último mes no fue fácil de sobrellevar. Encontrarme entre derrumbes y abismos que me condujeron y conducen a la desesperación. Agradezco a mis amigos, a Mary que estuvo pendiente de mí (una amiga más). A los profesores por re-conocerlos en pequeños instantes de informalidad. Entre árboles, flores y pájaros me encontré destruido y animado, me encontré conmigo mismo viviendo una experiencia natural y conmigo me encontré al lado de personas que me sostienen y apoyan. 

El bote, los remos, la polea, el casco, la linterna, el chaleco, las cuerdas y el arnés cumplieron la función de proteger. Extensión del cuerpo. Prótesis de aquello que falta estando y está faltando. La cabeza se aporrea y fisura. El pecho se hincha y desinfla. Las manos agarran y queman. Los brazos chapotean, cegando. Las piernas se inclinan, saltan y se fracturan. Los ojos brillan, pero no alumbran. El cuerpo frágil se descompone, lo visible se quiebra, lo invisible se desmorona. El cuerpo resiste los embates, aporta y soporta sensaciones. El cuerpo alegre vive sufriendo controlando su existir. 

  1. Escrito de reflexión realizado como resultado de la salida pedagógica a la Reserva Natural Cañón de Río Claro entre el 7 y el 11 de mayo del 2024. ↩︎
  2. Estudiante de Licenciatura en Educación Física, noveno semestre. Universidad Pedagógica Nacional. ↩︎